viernes, 7 de marzo de 2008

Martha, 48 años

Mi nombre es Martha y tengo 48 años, cuando era joven a los 19 años tuve mi primera relación amorosa con un chico de nombre Jorge. Yo nunca había experimentado el amor ni había sentido deseo por nadie antes, es más, había aprendido que todo aquello era malo pues podía conducirnos a conductas impuras. Tampoco tenía ninguna información sobre sexualidad o anticoncepción, esos siempre fueron temas tabú en mi familia, de los que aprendimos a no preguntar. En realidad estaba tan poco informada que inclusive pensaba que bastaba con besarse para embarazarse.

Bueno, con Jorge comenzamos a experimentar un montón de cosas. Él era un chico Ibarreño que había venido a Quito para seguir la universidad, y por lo tanto tenía su propio departamento donde pasábamos mucho tiempo juntos estudiando, viendo películas, con amigas o amigos. Cuando comenzamos a salir, él me beso, fue mi primera vez y sentí cosas muy simpáticas, como estremecimientos del cuerpo. Después de este primer beso nuestros encuentros cambiaron un poco, pues también nos besábamos y nos abrazábamos acostados en la cama. Un día los dos estábamos besándonos, cuando de repente él comenzó a tocarme, yo no sabía qué hacer mientras él deslizaba sus manos por mi cuerpo tocando principalmente mis nalgas, y besándome en el cuello muy cerca de los senos. Poco a poco fuimos avanzando, hasta que estábamos completamente desnudos y él sobre mí, yo estaba realmente asustada y tenía mucho miedo, era una impresión enorme para mí lo que había pasado, y ni siquiera alcancé a decir nada cuando él ya me había penetrado y en menos de cinco minutos terminó todo.

Yo en realidad sentí alivio de que todo se acabara pronto, y después di alguna excusa y me fui. Después de eso el empezó a buscarme más y cada vez que estábamos solos me tocaba, yo evité ir a su casa durante unos 15 días y por eso nunca más volvimos a tener sexo. Dos semanas después me di cuenta de que estaba embarazada. En casa mis padres me matarían y Jorge decía que él no podía ser el padre y que si decía lo que estaba pasando, lo iba a negar porque él se había acostado solo una vez conmigo y, si estaba embarazada, sería porque yo estaría "puteando por ahí con otros", que era una "hecha la santa".

Yo caí en la desesperación más grande, mis notas bajaron, comencé a tener problemas y a deprimirme mucho. Ante esto, una de mis amigas me aconsejó que me hiciera un aborto, ella decía que eso no era malo, que ella lo había hecho y que en realidad ser madre debía ser una elección y no una obligación. Yo estaba indecisa, no me parecía eso del aborto pero a la vez creía que era la mejor solución para mi situación. Para afianzar mi decisión decidí ir con mi amiga a varios sitios para averiguar sobre abortos, muchos de esos sitios se veían antihigiénicos, y yo no quería arriesgar mi vida, además aun tenía que pensarlo.

Finalmente, llegué a una clínica privada que estaba muy limpia y ofrecía buenas condiciones. Allí una doctora me explicó el procedimiento y me dio información y apoyo psicológico, permitiéndome valorar realmente mi situación y mis opciones como nunca lo había hecho en la vida. Decidí abortar y no solo lo hice porque me tocaba asumir un gran problema en casa y por la crítica social que mi embarazo podría crear, sino que lo hice porque yo me merecía una vida buena y tener hijos e hijas cuando los deseara, productos del amor y del placer y no de la violencia. Pues si bien yo no me había negado con Jorge, tampoco había accedido, y a pesar de que eso no había sido técnicamente una violación, implicó violencia porque él nunca pensó en mis deseos, ni mucho menos en mi placer.

En una semana me hice el aborto, no recuerdo ni siquiera que excusa inventé en casa. El procedimiento salió muy bien y yo estuve feliz con mi decisión. Aprendí que la sociedad y los otros intentan controlar tus actos y decirte cómo actuar, aun cuando eso no te hace feliz, solo por guardar apariencias, solo por parecer. Aprendí también que el control sobre nosotras las mujeres se basa en nuestra sexualidad, en su represión, en su negación y en su forma ideal que es para dar placer, y en la moral hipócrita de quienes primero nos rechazan y luego nos juzgan. Desde ese día mi vida cambió mucho y para bien, pues aprendí a decidir por mí. Mi aborto no me causó ningún problema en lo posterior, es más después tuve 2 hijos y soy feliz con mi profesión y con la vida que llevo.